Nació en la villa de Santa Rosa (hoy Ciudad Múzquiz), actual estado de Coahuila, el 5 de enero de 1790. Fue hijo del teniente Blas María de Eca y Múzquiz y de su señora esposa Juana Francisca de Arrieta, ambos de origen vasco. Se le bautizó en la Iglesia Parroquial, situada en el lugar en que nació, el 14 de abril de ese mismo año.
Cuando Múzquiz era un estudiante, la guerra de independencia estalló y a principios de 1811 dejó sus estudios en el Colegio de San Ildefonso para unirse a las tropas del insurgente Ignacio López Rayón en Zinacantepec. Ascendido a coronel, combatió bajo las órdenes del general Guadalupe Victoria. Consumada la independencia, Múzquiz fue gobernador del Estado de México en 1824, comandante militar de Puebla en 1829 y luego general de división. toma la presidencia el 2 de marzo de 1824.
Al asumir don Melchor el cargo de presidente interino, estaba supliendo a Anastasio Bustamante, quien había salido a combatir a Santa Anna, pues este último se había pronunciado a través del Plan de Veracruz. Múzquiz tenía el aprecio de todo el mundo debido a su honradez. Además se reconocía por ser sencillo y humilde en el trato con los demás.
Don Melchor fue un hombre que aborrecía profundamente la corrupción y el robo de los caudales públicos y exageraba tanto su previsiones, que le gustaba concentrar el producto de los impuestos en una habitación que hubo de asegurar para que no se derrumbara por el peso de las monedas; no gastaba absolutamente nada, ni un solo peso, para entregar siempre cuentas perfectas, sin asomo del menor desfalco atribuible a él. Para incrementar las rentas nacionales y atesorarlas, Múzquiz fue el primer presidente que cobró impuestos por puertas y ventanas, no escapando de esa medida los conventos y las casas de asistencia.
Su gabinete presidencial fue conformado por Francisco Fagoaga en el Ministerio de Relaciones Interiores y Exteriores, Juan Ignacio Godoy en Justicia y Negocios Eclesiásticos, Ignacio Alas en Hacienda, e Ignacio Iberri en Guerra. Tanto cuidado en la administración fue inútil. Don Melchor se metió mucho en su papel de presidente, lo tomó tan en serio que comenzó a ser aconsejado secretamente, según se dice, por Lucas Alamán.
Anastasio Bustamante lo desairó al negociar con Santa Anna la paz sin tomarlo en cuenta, dejándolo en ridículo. Ofendido, Múzquiz presentó su renuncia ante el Congreso, pero no fue aceptada; le pidieron que siguiera gobernando. Santa Anna, Bustamante y Manuel Gómez Pedraza se habían puesto de acuerdo —con la firma de los Convenios de Zavaleta— para que el tercero fuera el nuevo presidente. Cuando don Melchor se enteró ya no era presidente, y simplemente salió del Palacio Nacional y se marchó a su casa.
Ante toda esta situación, don Melchor mantuvo su dignidad. Días después, cuando Gómez Pedraza era presidente, Múzquiz se presentó en el Palacio Nacional y amonestó públicamente a Gómez Pedraza por la forma en que se introdujo al país y por usurpar la presidencia que legalmente no le correspondía. En represalia, Gómez Pedraza dio de baja del ejército a Múzquiz.
Sin embargo, el patriotismo de don Melchor fue reconocido. Primero se le rehabilitaron su grado de general de división y luego, cuando en 1836 se instituyó el Supremo Poder Conservador, fue electo presidente de ese organismo.
El general Múzquiz vivió siempre de su sueldo de general,aunque no se le pagaran los haberes. Tras abandonar el poder, alguna vez se encontró en la calle con el general Santa Anna, quien lo reprendió públicamente por el mal estado en que se encontraba su uniforme, indigno de un general de división que, además, había sido mandatario de la República. Múzquiz respondió que no tenía dinero para mandarlo a arreglar.
Falleció el 14 de diciembre de 1844 en la Ciudad de México, en la más completa pobreza ya que fue un hombre muy honesto hasta el final de sus días. Fue sepultado en el desaparecido panteón del hospital de San Andrés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario